domingo, 19 de junio de 2011

PISCINAS DES MARES

PISCINAS EN LECA DE PALMEIRA
ARQUITECTO: Alvaro Siza Vieira
LUGAR: Portugal, Oporto, Matoshinhos, Leça da Palmeira
FECHA: 1966

La piscina des Marés es una de las primera obras que Alvaro Siza realiza como arquitecto independiente.

El océano atlántico puede ser en muchas ocasiones bravo y hostil, pudiendo convertirse en un peligro para los bañistas, en especial para los más pequeños. Es por ese motivo que la Cámara Municipal de Matochinhos encargó estas piscinas de agua salada frente al mar al arquitecto Alvaro Siza, para que los bañistas pudiesen disfrutar de su costa en un entorno seguro y controlado, sobre todo en los días en los que el mar está más movido y las fuertes corrientes y grandes olas hacen que sea casi imposible acercarse al agua.

Construida entre los años 1961 y 1966 la Piscina des mares rápidamente se convirtió en uno de los principales puntos de interés arquitectónico de Oporto.

Las piscinas se colocan sobre un macizo rocoso en frente de la costa atlántica de la localidad de Matoshinhos. El arquitecto no contaba con un estudio topográfico de la zona, por lo que tuvo que pasar varios días sobre el terreno estudiando y marcando las distintas formaciones y protuberancias de las rocas.

Se trata de piscinas de agua salada situadas en contacto directo con el mar sobre un macizo rocoso, que el arquitecto quiso incorporar al lugar como parte imprescindible del proyecto. Así, sin modificar el terreno, generó las piscinas con la mínima intervención posible.

Los muros de las piscinas se extienden hacia el mar y se funden con la roca natural y el nivel del agua está estudiado de tal forma que los bañistas no puedan casi distinguir donde termina lo artificial y donde empieza lo natural, de modo que prácticamente uno pueda llegar a pensar mientras nada en ellas que se encuentra en alguna suerte de estanque natural generado por el ir y venir de las mareas.

Los materiales utilizados también juegan un papel muy importante en el proyecto, haciendo que sus colores y texturas, al igual que los de la naturaleza, estén en constante cambio según las estaciones, las mareas, el clima, etc.

El proyecto completo cuenta con dos piscinas, una para niño y otra para adultos, vestuarios y una cafetería. Los recorridos desde la calle se solucionan con suaves rampas, logrando una armonía en el proceso que hubiese sido imposible mediante escaleras.

El visitante desciende poco a poco y casi sin darse cuenta se pierde entre los muros de hormigón que componen los vestuarios y la cafetería para acabar llegando a las piscinas.

Todos los materiales son tratados aquí en su versión más “primitiva” y son dejados tal cual para que poco a poco se vayan transformando y mimetizando aún más si cabe con el paisaje que los rodea. Los muros de hormigón visto, las carpinterías de madera oscura y los tejados de cobre oxidado, hacen que el complejo deje de ser algo “muerto e inanimado” para pasar a estar vivo, a ser una parte misma del entorno natural en constante cambio.

“Mi proyecto pretendía optimizar las condiciones creadas por la naturaleza. Era preciso sacar partido de las rocas, completando la contención del agua tan sólo con las paredes que resultasen estrictamente necesarias. Así nació una ligazón mucho más estrecha entre lo natural y lo construido”.